Un efecto colateral de los manteros de Florida es que como queda poco espacio para transeúntes, entre nosotros estamos como pegados, hasta nos olemos el desodorante que usamos.
De manera que se hace inevitable escuchar todo tipo de conversaciones, es así que venía caminado por Florida y escuchaba sin quererlo dos pibes que venía detrás de mí.
La primera frase que escuché, fue: “Te acordás de Flopi”, y el acompañante: “qué Flopi, ¿L Tornera?”; no sé por qué, esa palabra que no supe decidir si era denominativa, despreciativa o como sea, me encendió el interés, porque las palabras son así, algunos las profieren sin relevancia o con una relevancia que no entendemos, pero ellas lo toman a uno y sin que podamos evitarlo nos atraen, nos rechazan o simplemente nos son indiferentes sin que la persona que las haya emitido tenga ningún control sobre eso.
_ La tornera, la diosa, mirá esa mina de ahí, se parece a Flopi, me hizo acordar a ella – dijo el primero
Y el segundo siguió:
_ La Tornera era un avión, no sabés las noches que pasé… te cincelaba con esa lengua…
_ ¡No!, no me digas que vos también…
_ Cómo, yo también, vos qué hablás, si vos la mirabas de lejos…
_ Dejate de joder _ se rió el primero _ , no me digas que no sabes que la mina anduvo con todos los del barrio…
El segundo hizo algún silencio, como yo venía delante no me pareció prudente darme vuelta para verle la cara. Solo pasó unos segundos hasta que habló el otro.
_ Con razón, loco, qué mina, se las sabía todas, la verdad, a mi no me importa con quién haya andado, pero me marcó, no hay mina con la que ande que no la busque a la Tornera.
_ ¡Qué puta era!, a mi me pasa lo mismo, no hay mina que le llegue ni a los talores. Yo volví a buscarla al barrio, unos años después.
_ ¡No me digas! , yo hice lo mismo, te iba a preguntar si sabías algo de ella.
_Justamente, cuando volví, se me ocurrió ir a visitar a los amigos de la barra, es así que me enteré que se había ido del barrio, y lo mismo que con nosotros, todos la extrañaban, nos la pasamos describiendo las cosas que nos había enseñado a hacer, todos estábamos enamorados de la Tornera. Lo más genial es que nos hizo creer a todos que era nuestra, de cada uno, que éramos el único.
En el medio del mundo plural de la calle Florida Flopi la Tornera comenzó a tomar forma, fragancia; los pibes mencionaban nombres raros y se reían, describían las poses, fluidos, orgasmos, la mina se iba armando en mi cabeza como si la estuvieran pintando.
Me moría por darme vuelta y verle las caras, ellos seguían.
_ No me jodás, para mí era mía, no me importa lo que la barra piense, ¡Flopi era mia!, y nadie me lo saca de la cabeza.
_Una diosa Flopi Barrera, te acordas…
En cuanto escuché el nombre, me di vuelta como un rayo, me enfrenté a esas dos caras que habían estado siendo dos voces y con todo el vozarrón que pude dije:
_ Dejen de hablar de mi mujer, boludos, FLopi Barrera se fue del barrio para casarse conmigo.
Y entonces les vi la expresión por el que todo hombre espera al menos una vez en la vida: la sorpresa y admiración de otro, la envidia.
Me di vuelta sonriente y me sentí Superman, Batman, un ganador.
Gracias Flopi Barrera, donde quiera que estés, me regalaste esta Navidad.
¡Felices fiestas para todos!
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